Llegó la hora...

Llevo días sin acercarme a la ventana de mi habitación. De hecho, hace días que no retiro las cortinas porque sé lo que me voy a encontrar: mi ventana empañada por el frío que provoca un vacío enorme. Estas semanas atrás sólo me apetecía quedarme enredada en mi nórdico, rodeada de cojines, lamentándome por lo que hice o dejé de hacer... Sin embargo, hoy me he levantado con las pilas cargadas, como una especie de ave fénix que resurge de las cenizas. Hoy me he mirado al espejo y he dicho "aquí estoy yo" y "aquí hay Patri para rato".

Y es que te das cuenta de que, por muchos baches que tenga la vida o por mucho que te pongan la pierna para tropezar, levantarte no es una opción, es una obligación. Al principio cuesta mucho trabajo, pero poco a poco, y con la gente que sabe apreciarte de verdad sin intereses, los problemas se hacen más llevaderos, aprendes a disfrutar cada segundo de la vida tal y cómo es, sin engaños, ni tonterías. Te das cuenta de que el tren no se pierde, siempre habrá uno que llegue después.

Ayer fue como si los astros se hubieran alineado para hacer que me tropezase, de forma afortunada, con personas que te tienden una mano sin que tengas que pedirlo. Nunca he creído en las señales hasta que ayer comencé a dudar de su existencia. Una sabia amiga, encontrada recientemente en mi camino, me recordó ayer por la tarde que todos los cambios de la vida, aunque sufridos y dolorosos en cada momento, implican mejoras y renovación. De hecho, me explicó que, según la numerología, el número 5 es el número del cambio y la inteligencia (cumplí 25 años el pasado sábado entre risas y llantos) y que, por ello, este año tenía que ser MI AÑO. No sé si la goleada 5-0 del Barça al Madrid tiene algo qué ver, pero lo cierto es que al terminar la conversación mi estómago y mi cabeza comenzaron a relajarse.

Poco después otra buena amiga (te quiero Carmela!) hizo acto de presencia en mi camino, para demostrarme que hay veces que luchamos batallas que no son nuestras y que de nada sirve mirar hacia el pasado, sino al largo y bonito camino del futuro, un camino que tenemos que adornar nosotros mismos, ponerle felicidad, y recorrerlo con quien más queramos. Un camino que, como dice la canción, "se hace al andar". Carmela, sabes como nadie que lo de anoche me ha servido bastante para querer levantarme hoy con ganas de desempañar mi cristal. Llegó la hora.

Os dejo con una frase que lei hace tiempo, no recuerdo dónde ni de quién es:
"Todo el mundo quiere tener amigos, pero son pocos los que se toman la molestia de ser uno".