Érase una vez… (I)

Así es como comienzan todos los cuentos. El que os voy a contar, aunque no es de hadas ni transcurre en un mundo mágico lleno de flores de colores y duendes, no va a ser menos. Es un cuento que transcurre en nuestro mundo, en la vida real, aunque tomado desde un punto de vista muy particular, donde también hay dragones y brujas malas, o lo que es lo mismo problemas y más problemas. Sin embargo, también hay pociones y hechizos, o lo que podría llamarse rayos de sol, alegrías y esperanza. Así que, sin más dilaciones…

Érase una vez una niña llamada Maya que reía más que lloraba. Era pizpireta, feliz y le encantaba hacer sentir bien a todos cuanto le rodeaban. No tenía miedo a nada, ni a ogros, ni a brujas, ni a dragones por más fuego que escupieran. Siempre había soñado que su vida sería normal, sin ningún sobresalto, más o menos igual que lo que puede desear cualquier adolescente con los pies en la tierra. Soñaba con un trabajo que la realizara y le permitiera vivir sin grandes lujos, pero llegando a fin de mes; soñaba que tenía un apartamento pequeñito con un precioso jarrón rojo lleno de margaritas amarillas y unas cortinas a juego; deseaba que alguien la despertara con besos cada mañana y que la abrazara cada noche; soñaba con bonitas charlas hasta el amanecer y con los rayos de sol entrando por la ventana.

Maya sabía que no pedía nada del otro mundo y que todo eso acabaría llegando con el tiempo. Sin embargo una fatídica noche los sueños de Maya comenzaron a truncarse. Uno de los pilares de su vida, su propio padre al que tanto había estado aferrada durante todos los días de su existencia, sufrió una metamorfosis convirtiéndose en uno de los peores dragones con los que se había encontrado jamás. Maya había dejado de ser su ojito derecho, su niña, su hija. Ella, que nunca jamás había sentido en sus propias carnes lo que era el miedo, comenzó a tenerlo. Estaba aterrada, le faltaba un pedazo de su alma, una parte que jamás volvería a recuperar. Maya dejó de soñar.

Fue así como la niña, de la noche a la mañana, creció, dejó de ser pizpireta, terminándose su felicidad por completo. Se juró y perjuró que jamás volvería a pasarle algo así, que a la menor sospecha de que alguien de su alrededor pudiera convertirse en un horrible dragón o en un ogro para ella dejaría de existir para siempre. Para evitarlo, Maya se forjó una gran armadura que la protegiese de cualquier contratiempo, costase lo que costase. Comenzó a desconfiar de todo cuanto la rodeaba y no dejaba que nadie, por muy buenas intenciones que tuviera, cruzara el umbral de la peculiar tranquilidad que ella mismo se había creado. Se convirtió en una persona fría y reservada, aparentemente muy segura de sí misma pero temerosa a cada paso que daba, y así durante años le fue aparentemente bien… Lo que no sabía es que ese miedo le pesaría durante toda su vida, a veces más o a veces menos. Ese miedo acabaría pasándole facturas.

Su vida transcurría sin penas ni glorias, con un pensamiento estancado en su memoria y en su corazón: no dejar jamás que le hicieran daño. Y así fue durante mucho tiempo. Su coraza era tan impenetrable que casi se podría afirmar que dejó de sentir y disfrutar las cosas buenas que se le iban presentando. De cara a la galería era una chica normal, pero en su interior su corazón ardía de dolor y de resentimiento. Realmente dejó de pensar en los demás, en que podía hacerles daño con su comportamiento, con su actitud, con sus palabras. De hecho, a veces, fría como el mismo acero, atravesaba con puñales de letras los corazones de las personas que mejor se portaban con ella.

Es por eso por lo que por su vida pasaron muchas personas, pero tal como llegaron se fueron… A veces Maya era como la miel para las abejas, pero en el momento que la abeja se acercaba, ella se convertía en duro cemento haciendo que el insecto se chocase contra ella. Sabía que no estaba bien,  sabía que no era lo correcto, pero no le importaba.


(Continuará)

6 comentarios:

  1. Estoy seguro que Maya aunque no se haya dado cuenta esa armadura está quebrada y debe decidir en arrancarse todos los trozos de la armadura que están pegadas a su piel, pues cuando haga eso, dejará de sentir el dolor y sentirá el calor del sol, de las personas, del mundo.
    Un fuerte besazo hermanita, me ha encantado.

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  2. Aunque así lo parezca, el miedo no se combate con una coraza, sino a pecho descubierto, a bocajarro, dejando que todo llegue a tu corazón. De lo contrario, es morir en vida. Maya se pierde muchas cosas por cargar con una coraza. A ver si en los próximos capitulos se la quita.

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  3. me recuerda un poco al caballero de la armadura oxidada, maya ha creado su coraza para protegerse sin darse cuenta que al mismo tiempo se aisla de los que la pueden querer!

    Me ha gustado, aunque claro veo que tienes el mismo vicio que Fran! jejejeje que siempre nos deja en pendiente con el dichoso CONTINUARA!

    Llegue a tu blog gracias a Fran y he venido a quedarme! Me ha gustado tu blog!

    Un enorme abrazo! Y te sigo leyendo!

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  4. Creo que todos en algún momento nos hemos sentido como Maya, con la necesidad de crearnos una coraza para algunos momentánea para otros más duradera, hay situaciones que la justifican, lo que no justifican es que la pobre Maya se pierda tantas sensaciones, emociones, historias, travesías solo por mantenerse alejada de los demás, segura, sin el miedo a ser herida. Seguro que tarde o temprano irá perdiendo la coraza tal como nosotos deberíamos hacerlo en dichas situaciones.

    Me ha encantado tu blog, prometo pasar más seguido por aquí. Saludos.

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  5. Hola Maya he llegado a ti x Fran, me gusto mucho todo esto, real me hace acordar al caballero de...muy bueno seguire visitandote, besitos

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  6. Por favor, continúe mirando por esa ventana y no deje de alimentar nuestro deseo de soñar con su lectura.

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