Más allá de las apariencias...

Desde pequeña siempre he estado obsesionada con el espectáculo que nos brinda el cielo por la noche. Podía pasarme horas y horas, asomada a mi ventana, mirando las estrellas, intentando imaginar qué había más allá de esas luces y preguntándome si algún día podría viajar tan lejos. Llegar más allá de lo que veían mis ojos.

Entre todo, lo que más me llamaba la atención era la Luna, a veces tan pequeñita como me sentía yo, y en otras ocasiones tan grande que parecía tener luz propia. Siempre me habían explicado en el colegio que se trataba de un satélite, pero para mí, sin duda, era algo más, era como si fuese la reina de la noche... una solitaria reina. Su tez plateada me despertaba pena, y sus cambios de tamaño, como si algo le afectase, me cautivaba.

En ocasiones, cuando me despertaba en mitad de la noche y veía su reflejo en las persianas, no podía evitar sentarme en la cama y tomarme un rato para contemplar el magnífico espectáculo que nos brindaba el universo, y que en ocasiones olvidamos apreciar.
Otras veces, mientras viajaba en coche por las noches, me quedaba dormida contemplándola, e incluso notaba la sensación de que ella me estaba observando. Ella era mi fiel amiga, una confidente que cada noche se asomaba a mi ventana para verme reír o para verme llorar. A la que le contaba tantas cosas en silencio...

Un día descubrí que la Luna no estaba tan sóla como había creído hasta el momento. Vi más allá de las apariencias y comprendí que el Sol, el astro rey, la estrella de nuestro propio sistema solar, la seguía en cada amanecer intenando alcanzarla. Ella hacía lo mismo por encontrar su calor en cada ocaso. Yo no lograba explicarme porqué, no lograba entender ese amor tormentoso. Aún sabiendo que era imposible encontrarse cada uno seguía la estela del otro... imparables, incansables... enamorados.


Pronto entendí que no necesitaban estar juntos para amarse. Comprendí que, aún en la distancia, el Sol ardía de pasión por la Luna, y que ella soñaba con el Sol. Las estrellas los iluminaban testigos del amor. Siempre les quedaba el sonreírse en los amaneceres, y admirarse en los atardeceres.
Cómo dice la canción "tres de azucar en el cafe la vida ya es bastante amarga"

2 comentarios:

  1. Hay una película que me encanta, que se llama Lady Halcón, donde cuentan el amor de un caballero y una dama, que son hechizados y solo se podían ver unos segundos al amanecer. Era muy triste y aunque el amor lejano se puede sostener, hace falta mucho amor, y sobre todo tener las cosas claras y con un objetivo común de estar juntos. Me gusto mucho la entrada.

    Un beso cielo

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  2. Hola Isra, muchas gracias por tu recomendación. Sin duda, por lo que me cuentas, tengo que ver esa película.
    Un besazo!!

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